martes, 18 de diciembre de 2012

Nocturno en que todo se pierda y nada se encuentra.



¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy?
¿En qué lugar me encuentro hoy?
Son sólo enigmas, preguntas
que no he podido descifrar.
Por intentar encontrarme te he perdido,
he olvidado tu alegría, tu locura;
y contigo he dejado ir mi vida.
Ya no sé cómo seguir,
anhelo tu aroma, tus besos, el sonido de tu voz.
Estoy sola sin sentir
y grito en silencio.
Un recuerdo aparece y
mi espada brilla con candor.
Mi pez espada lucha contra las aguas
y mi pesada oscuridad me alcanza.
No logro ver, no puedo hablar.
Me dirijo como ausente hacia el frío de la noche
y mis pasos sigilosos no se oyen.
Elijo un punto exacto,
me dejo caer sobre el pavimento
y espero mi final.
El dolor ya no es dolor y
mi alma se escabulle
detrás de la búsqueda de su identidad.

Las palabras que te escribo



He tenido aquí en mi mente
que lo que escribo con el alma
no se borra fácilmente,
es que se queda en estos surcos de mi palma
que dibujan los caminos del presente
y se guardan en el cofre de tu alma.

Tú, sólo un extraño



Mientras la noche azul cae sobre el mundo
y tus brazos tibios envuelven mi figura de seda,
mi mente escapa presurosa a lo profundo
temerosa de perder lo que le queda.
No hay recuerdos que la aten a tu lado
ni palabras que le muestren lo olvidado,
sin embargo tú te empeñas en mostrarme
mis secretos literarios para enamorarte
Tú no sabes que mis letras ya no siento,
son lejanas, más que mías ya son tuyas.
Como ajenas se resbalan de mis manos,
esas letras que algún día llovieron sobre ti y te acariciaron.
¿Qué no ves que no hay remedio? Yo me escapo,
ni a mi misma reconozco, mas sé bien que no te amo.



martes, 11 de diciembre de 2012

Renacer



Lo llamé, lo llamé en silencio
en una febril fría noche de abril.
Era un joven amable y sincero,
lo amé al instante, con locura,
con dolor, con ceguera y ternura.
Sobre el azul de sábanas tendidas
me conoció y en mi blanco pecho
vio la oquedad que me cubría.
Curó las heridas, sangrantes astillas
que cegaban el amor que le tenía
y apartó el temor, tormento de arcilla
que en mi cuerpo se extendía.
Entonces renací, en sus brazos renací
como rosa que renace de su tallo.
Desperté del sueño del que huía,
me cubrió la realidad en la que vivía.
Escapé con él a un mundo nuevo,
mundo ideal, sin miedo, un mundo eterno.